Aliviar tensión muscular, esguinces, torceduras, zafaduras de tobillo, entre otras muchas dolencias con técnicas basadas en el tacto y masajes, es el oficio de los tradicionales “sobadores”, cuya sabiduría popular es parte de la medicina alternativa para tratar los dolores de huesos.
Son muchas las personas que visitan a los sobadores, en su mayoría deportistas, que acuden a aprovechar sus servicios, buscando calmar sus dolores y confiando en las “manos mágicas” de aquellos curanderos populares que han ido perfeccionando su técnica de generación en generación.
Un golpe en pleno partido de ecua vóley un domingo, así como un mal movimiento al cargar algo pesado, pueden ser muchas las situaciones que pueden provocar malestar en nuestro cuerpo, que un querido y confiable sobador con una larga trayectoria podría calmar. Así, por un azar del destino conocimos al señor Fausto Rea, que ejerce este oficio desde hace veintisiete años.
DON FAUSTER.
Fausto es oriundo de la ciudad de Guaranda, llego a la capital a la edad de quince años y se dedica desde los veinte a dar masajes para aliviar molestias musculares. Con amabilidad y una sonrisa atiende a la ciudadanía en su consultorio ubicado en la calle Andrés Pérez, en el sector de Chiriyacu, el comienzo del sur de nuestra querida carita de Dios.
Una verdadera figura de respeto y sabiduría en el barrio, pues la gente siempre regresa, sus vecinos lo quieren mucho, su negocio ha prosperado gracias a esa confianza que tienen sus clientes, la salubridad con la que desarrolla su trabajo, pero sobre todo a la amabilidad con la que Fausto recibe a las personas, escuchándolas y tranquilizándolas antes de aplicarles el masaje, que muchas veces hace retorcer de dolor al afectado.
Fausto aprendió el oficio de manera empírica, observando a su padre que se desenvolvía en el mismo oficio en su pueblo natal, al igual que su abuelo. Utiliza técnicas de fisioterapia, sobretodo el masaje con las manos que es el que la gente prefiere, aunque también utiliza algunos aditamentos para su terapia manual, como cremas, ortiga, o las tradicionales vendas para mantener caliente el área afectada. El linimento se queda corto frente a los recursos empleados.
Aunque quisiera que la tradición se mantuviera en su familia, desea que su hijo menor estudie medicina, pues él puede transmitirle sus conocimientos, pero considera que es necesaria una educación superior para que verdaderamente esta tradición se mantenga, ya que considera que su oficio es un saber ancestral, pero necesita ir de la mano de la medicina tradicional para ser aceptado de mejor manera dentro de la ciencia.
El valor es el mismo para cualquier tipo de lesión, cinco dólares que incluyen el masaje y cualquier producto adicional empleado por Fausto. Frente a su labor existen algunos médicos dentro de la medicina occidental que recomiendan no utilizar los servicios de los sobadores, cuestionando su conocimiento; la confianza de las personas en su sabiduría popular para curar golpes o lisiaduras no decrece, sino que por lo contrario el oficio cada vez es más solicitado.
Trabajadores, militares, jugadores de distintos deportes, desde jóvenes hasta la tercera edad, es muy amplia la demanda que tiene Fausto, no solo todo el barrio lo conoce, el alcance de sus manos mágicas ha superado las barreras barriales e incluso sociales.
Fausto recuerda con mucho agrado cuando lo visitó Jaime Iván Kaviedes, en sus años mozos antes de entrar al Nacional, para que lo atendiera ya que se había lastimado la muñeca. De igual manera recuerda cuando fue parte de un reportaje sobre los sobadores en el Ecuador, del programa La Televisión, allá por el año 2005. Aunque por parte del sector público no ha recibido ningún reconocimiento, tampoco lo anhela pues la confianza de la gente le basta para vivir en alegría hacia un buen vivir.
Nuestra sociedad afronta diversas necesidades de salud, que la medicina tradicional puede no llegar a satisfacer debido a altos costos, problemas de acceso y demora. Los sobadores son una alternativa dentro de la medicina popular, como lo ha reconocido el Ministerio de Salud Pública, denominándolos “Hombres y mujeres de sabiduría” junto con comadronas, hierbateros, nuderos, yachas y curanderos.
Visite a Fausto, no se arrepentirá.
Nota: AC y Fotos: PP